miércoles, 7 de julio de 2010

Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto.

Siempre es un mal momento para morir, pero al comprobar cómo hoy las portadas de los diarios digitales vienen encabezadas con asuntos tales que ‘la propuesta por Bruselas de la edad de jubilación a los 70 años’, ‘la sorpresa del presidente de la Diputación de Alicante que no sabe de qué le acusan’, ‘la investigación en Francia al presidente Sarkozy tras el caso L’Oreal’, ‘el primer encierro, rápido y limpio, de los sanfermines’, ‘la entrega a EEUU por parte de Inglaterra del control de una conflictiva región afgana’, ‘los 356 millones que la Mutua Madrileña se deja tras su salida de Sacyr’, ‘un avión alimentado por luz solar despegue para volar durante 24 horas’,… relegando hacia casi el final de la página ‘la muerte de cuatro voluntarias españolas en un accidente en Perú’, me obligo a reconocer seriamente en que tuvieron un mal día para morir.
¿Cuál era el título de aquella película de Agustín Díaz Yanes…? ¡Ah, sí! «Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto». Lo triste es que casi no lo harán ni en el día en que han muerto, porque hoy todo el mundo hablará de fútbol y estará pendiente de si España gana o no gana a Alemania en el partido de clasificación para la final de la Copa del Mundo de Fútbol, en Sudáfrica.
Si España gana, se desatará la locura por la victoria y mañana —¡no habrá que esperar tanto!— nadie se acordará de ellas; si España pierde, mañana —en realidad hoy mismo— toda la afición estará tan ensombrecida que no dejará de pensar en si Torres podría haber hecho algo más, si Villa ha dejado de ser el chico maravilla, si Casillas hubiera parado el gol de no haber estado más pendiente de su guapísima novia, Sara Carbonero, la periodista deportiva más sexy del mundo y la que acapara casi más interés que la propia Selección por parte de los reporteros gráficos, encargados por sus agencias de hacer fotografías a la chica…
Pues hagamos nosotros lo contrario y sepamos un poco más de estas cuatro mujeres de las que casi nadie se acordará pasado mañana y que murieron en un ignominioso accidente de tráfico.
Hay muchas formas de morir, pero siempre me ha parecido que quien consagra su vida a una labor humanitaria, debe morir con honor, y si es que se puede morir con eso, creo que estas cooperantes merecían haber muerto mientras luchaban contra los efectos de un huracán, de una inundación, de un corrimiento de tierras, intentando sacar a unas personas de entre los escombros o simplemente por lo mismo que muere cada día el resto de la población a la que intentaban ayudar. Pero no de esa forma. Para eso no se fueron a Perú. Para eso bastaba España.
María José Such Ribes (valenciana, 31 años), Lorena Herrero Sevillano (almeriense, 27 años), Lidia Monjas Sierra (madrileña, 30 años) y Soraya Masías González (salmantina, 30 años) habían decido que la mejor edad para hacer algo por los demás, es la de la juventud... cuando se tienen suficientes años para haber trabado conocimiento de las carencias de tantos millones de personas en el mundo y mientras todavía conservan el ímpetu y la fuerza de los años jóvenes, necesarios para poder acometer casi cualquier empresa en la que no solo son necesarios arrestos, sino también una buena reserva de energías para poder contener la bilis que este tipo de experiencias empuja garganta arriba y que muchas veces nos hemos de volver a tragar.
Y si todavía no fueran lo bastante absurdas estas muertes, el hecho de que hayan sido personas tan jóvenes, lo hace aún más dramático.
María José, junto con su marido Alan Boluda, de Xàtiva (Valencia, 34 años), que ha resultado herido grave, se fue de cooperante con el deseo de hacer la vida un poco más fácil a gentes con pocas probabilidades de conseguirlo sin ayuda; el resto de las fallecidas se desplazó a Perú por idénticos motivos: Lorena, Lidia y Soraya además de una de las heridas, Dolores Sánchez Pérez (Almendralejo, Badajoz, 46 años), eran voluntarias de la ONG Señor de Huanca-Sembrando, y llevaban menos de 15 días en el país; habían pasado meses recaudando fondos en España hasta conseguir 2.600 euros para poder construir unas duchas para los niños en el proyecto que la entidad gestiona en la aldea de Quenco. Así que, tod@s, ayudaban a la mejora de las condiciones de vida de las poblaciones locales.
El resto de los pasajeros de la camioneta accidentada también son españoles —exceptuando al conductor, Marco Antonio Cajavilca de la Cruz, de 36 años, peruano— y están heridos, dos de ellos de gravedad. Silvia Albert Cruzana (valenciana, 32 años), Sergio Cerra Barbero (valenciano,33 años) y Martha Díaz Gonzáles, de 22 años y cuya procedencia se desconoce, se encontraban en el país para colaborar en un proyecto solidario en la zona durante el verano.
A mi no me gusta el fútbol, vaya eso por delante. No diré que me da igual quien gane, porque siempre digo que prefiero que gane el que más lo merezca. Lo contrario me parecería absurdo… tan absurdo como las muertes de esas cooperantes, que intentaron ayudar a las personas de esa zona a vivir mejor y no solo no lo lograron, sino que se dejaron el alma —literalmente— al despeñarse por un barranco de 300 metros. Así que, sin quebrantar mis ideas, diré que deseo que esta noche y la próxima noche —la de la Gran Final—, la ‘Roja’ sea, claramente, quien merezca ganar… Y por tanto gane. Aunque solo sea por el recuerdo de esas cooperantes entre las cuales, es muy posible que hubiese alguna gran seguidora de estos torneos; quizás incluso —me atrevo a ir más allá— alguna fuera fan incondicional de Torres, de Villa, de Xavi o de Iniesta…
Por ello espero que en estas dos noches que restan, las estrellas de la ‘Roja’ hagan los dos mejores partidos de sus vidas.
Las cooperantes se lo merecen. Primero porque se dejaron la vida en un barranco, mientras ponían sobre el pequeño mantel de la solidaridad, el gran corazón que tienen muchas personas de este país. Y segundo, porque ya que casi nadie hablará mañana de ellas, el día de sus muertes irá al menos ligado para siempre, a la primera de las dos victorias necesarias ya, para que la Selección se traiga la Copa del Mundo a casa, donde pronto podrán descansar en paz los cuerpos de esas magníficas mujeres.
Así que, muchachos, la victoria es vuestra. Pero para ello tendréis que sudar la camiseta. Ningún gran empeño está exento de sacrificio y esfuerzo.
Tanto, que a veces nos dejamos la vida en el intento.
...y finalmente ganó, de forma harto merecida. El domingo, a por la Final. Ahora, el gol de Puyol, que bien vale una Final Mundial... Por primera vez.



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